Un jurado cruel obligó a una joven mexicana a bailar para burlarse…

El jurado principal, Rodrigo Santillán, un hombre conocido por su lengua viperina y su desprecio hacia los bailarines provincianos, la miró con desdén desde su asiento.
Ya había comentado entre susurros con los otros jueces sobre “la campesina que se creía bailarina”.

La tensión en el aire era palpable y Esperanza podía sentir todas las miradas clavadas en ella, algunas de apoyo, otras de burla anticipada.

—¿En serio? —murmuró Rodrigo al micrófono cuando anunciaron el nombre de Esperanza—. ¿Esta es la gran sorpresa que nos prometieron?

Su comentario provocó algunas risas nerviosas en el público, mientras que otros se removían incómodos en sus asientos.
Esperanza caminó hacia el centro del escenario con la cabeza en alto, aunque su corazón latía como tambor de guerra.

Había soñado con este momento desde que era niña, cuando veía a las bailarinas en la televisión de su pueblo y pensaba que algún día ella también brillaría en un escenario así.

—Dinos, querida —continuó Rodrigo con una sonrisa cruel—. ¿Qué vas a presentarnos? ¿Algún baile folclórico de tu pueblito?