No conserve estos objetos pertenecientes a una persona fallecida 👇👇

¿Quién no ha guardado una chaqueta, una joya o una carta de un ser querido fallecido, simplemente porque no puede desprenderse de ella? Nos decimos que estos objetos nos reconfortan, que nos traen recuerdos… Pero ¿y si, por el contrario, estuvieran alimentando una profunda tristeza, obstaculizando nuestro proceso de sanación? He aquí por qué revisar las pertenencias del difunto puede ser una decisión profundamente tranquilizadora.

La trampa invisible de los recuerdos materiales

Durante el duelo, es común querer aferrarse a lo que queda: ropa que aún conserva un aroma familiar, fotos, objetos cotidianos. Los guardamos “por si acaso”, pensando que nos ayudarán a sobrellevar la situación. En realidad, estos objetos pueden congelar la conexión con el pasado y dificultar la sanación emocional.

Desde una perspectiva psicológica, aferrarse a las pertenencias de un ser querido a toda costa puede bloquear el proceso natural de duelo. Crea una especie de “burbuja temporal”, donde inconscientemente retrasamos la aceptación de la pérdida. Sin embargo, aunque este camino lleve tiempo, es necesario para encontrar la paz interior.

Preparando el terreno para lo que viene

¿Y si despejar el espacio a tu alrededor también te permitiera crear espacio dentro de ti? Clasificar, donar u organizar las pertenencias de un ser querido fallecido no es “olvidarlo” ni una falta de respeto. Es un poderoso gesto simbólico, una forma de decir: “Permaneces en mi corazón, pero elijo seguir adelante”.

Una manera delicada de hacerlo es comenzar con los objetos con menor carga emocional. Luego, con el tiempo, puedes optar por conservar uno o dos recuerdos importantes —una foto, una joya, una carta— y desprenderte del resto. Donar estos objetos a una organización benéfica o a alguien necesitado también puede dar un nuevo significado a este desapego. El peso emocional oculto en cada cajón