Incluso los granos integrales, a menudo considerados más saludables, pueden causar este tipo de acumulación. Además, contienen ácido fítico, que inhibe la absorción de minerales esenciales como el zinc, el magnesio y el calcio.
Para limitar este efecto, adopte una dieta baja en carbohidratos, como la dieta cetogénica (keto). Este tipo de dieta estabiliza el azúcar en sangre y fomenta el uso de las reservas de grasa como fuente de energía.
Fructosa: El enemigo silencioso del hígado
La fructosa, un azúcar presente en las frutas, el azúcar de mesa, el jarabe de agave y el jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), es particularmente dañina. A diferencia de la glucosa, la fructosa no es utilizada directamente por las células para producir energía. Se metaboliza en el hígado, donde sobrecarga este órgano y contribuye a la acumulación de grasa visceral.
El consumo regular de productos con JMAF, presente en refrescos, zumos de fruta, jarabes, dulces y muchos alimentos procesados, daña el hígado de forma similar al alcohol. Además, estos productos suelen estar elaborados con maíz modificado genéticamente tratado con herbicidas tóxicos.
