Incluso al distanciarse, muchos hombres siguen aferrándose a sus esposas para recuperar una sensación de equilibrio. Es paradójico, pero cierto: buscan una chispa en otra parte mientras, simultáneamente, regresan a la estabilidad del hogar. La infidelidad se convierte en una vía de escape, no en una verdadera ruptura.
La negativa a ser “el malo”
Terminar un matrimonio implica asumir la responsabilidad del dolor que uno causa. Al quedarse, algunos se convencen de que la situación no es “tan mala”, refugiándose en la negación. Prefieren continuar así antes que afrontar el dolor de una separación abierta.
Esperar a que la otra persona tome la decisión
A veces, un hombre puede esperar inconscientemente a que su esposa se vaya primero. Por miedo, cobardía o simplemente por incapacidad para afrontar el conflicto, deja que la situación empeore, esperando que ella ponga fin a lo que él no se atreve a detener.
Los sentimientos siguen presentes, pero distorsionados.
Sí, a veces un hombre sigue amando a su esposa, incluso después de haberla traicionado. Este amor puede mezclarse con confusión, vergüenza o frustración. La quiere, pero ya no sabe cómo cultivar la relación, salvo por costumbre o culpa.
