Un detalle importante es que la intensidad del color amarillo puede variar. En algunos casos, es apenas perceptible y solo se nota con buena iluminación; en otros, el color es tan intenso que el cambio es evidente incluso a simple vista. Lo que determina este nivel de amarillez es la cantidad de bilirrubina acumulada en la sangre.
Si bien la coloración amarillenta de los ojos es un síntoma muy común de hepatitis, no siempre significa que una persona padezca esta enfermedad. La ictericia también puede deberse a otras causas, como cálculos biliares que obstruyen los conductos hepáticos, enfermedades pancreáticas o reacciones adversas a ciertos medicamentos. Por lo tanto, es recomendable no autodiagnosticarse y consultar a un médico si observa cualquier signo de coloración amarillenta en los ojos o la piel.
La hepatitis se diagnostica mediante análisis de sangre, que miden los niveles de bilirrubina, enzimas hepáticas y anticuerpos específicos. Estas pruebas ayudan a determinar el tipo y la gravedad de la hepatitis. En algunos casos, el médico también puede solicitar una ecografía hepática para evaluar su estado.
En el caso de la hepatitis viral, el tratamiento depende del tipo:
Hepatitis A: suele ser temporal y el cuerpo se recupera con descanso, buena hidratación y una dieta equilibrada.
Hepatitis B y C: requieren atención médica constante, ya que pueden volverse crónicas y causar daños más graves si no se tratan a tiempo.
Hepatitis alcohólica o inducida por drogas: El tratamiento se basa en suspender el uso de la sustancia que causó el daño y ayudar al hígado a regenerarse.
Un aspecto que a menudo se pasa por alto es la nutrición. El hígado es un órgano que interactúa directamente con todo lo que comemos, por lo que una dieta saludable es crucial para su recuperación. Es fundamental evitar las grasas, el exceso de azúcar, las bebidas alcohólicas y los alimentos ultraprocesados. En su lugar, se recomienda una dieta rica en frutas, verduras, proteínas magras y abundante agua.
