Empieza por espacios pequeños, incluso por un solo objeto. Lo importante es romper la resistencia inicial.
Evita limpiar en automático. Hazlo con intención, respirando profundo y observando cómo te sientes.
Abre las ventanas cada vez que puedas. El aire fresco ayuda a renovar la energía emocional.
Pregúntate qué simboliza cada objeto o rincón desatendido. No para juzgarte, sino para entenderte.
Haz pausas breves. La limpieza emocional cansa más que la física.
Aprovecha el silencio. A veces, las respuestas que buscas aparecen mientras organizas.
Celebra cada avance. No importa cuán pequeño sea.
No limpiar tu casa no es solo falta de ganas: es un mensaje profundo de tu inconsciente. El desorden externo refleja el desorden interno, y cada acto de limpieza es un acto de sanación. Empieza por un rincón y deja que tu alma haga el resto. Tu casa te muestra cómo estás; tú decides cómo quieres estar.
