La llamaron estéril, la humillaron en público y la rechazó hasta su propia familia. Pero cuando un guerrero apache llegó herido a su pueblo, nadie imaginó que él despertaría la vida que todos creían muerta en su vientre….

“Paloma”, murmuró Fernando desmontando de su caballo con movimientos rígidos. “He venido a llevarte a casa. Estos estos niños necesitan crecer en la civilización, no como salvajes. La risa que escapó de los labios de Paloma fue música pura, sin rastro de amargura o miedo. Fernando, esta es mi casa. Estos niños están creciendo con amor, sabiduría y libertad.

¿Qué más podría desear para ellos? Aana apareció junto a ella, ya no el prisionero encadenado de años atrás, sino un hombre libre en su propio territorio. Su presencia irradiaba una autoridad tranquila que hizo que varios de los hombres de Fernando instintivamente dieran un paso atrás. “Tu exesposa ya no te pertenece”, declaró Aana con voz calmada, pero firme.

Eligió libremente quedarse conmigo y yo elegí amarla como merece ser amada. Nuestros hijos son fruto de ese amor verdadero. Fernando miró a los cuatro niños que se aferraban a las faldas de su madre, sus rostros mestizos hermosos y sus ojos brillantes de curiosidad. La evidencia de la fertilidad de Paloma estaba frente a él, burlándose de todos los años que había pasado culpándola por su incapacidad de concebir. “Esto es imposible”, murmuró.

“Más para sí mismo que para los demás. Los doctores dijeron que era estéril. 5 años conmigo y nunca 5 años con un hombre que me veía como posesión rota. Lo interrumpió Paloma con dignidad serena. Mi cuerpo no estaba roto, Fernando. Simplemente estaba esperando al amor verdadero para despertar.

La delegación permaneció en el valle durante tres días, tiempo suficiente para que Fernando observara la vida que Paloma había construido. La vio trabajando junto a Itzel, preparando medicinas que sanaban a todo el que las necesitara, sin importar si era apache o mexicano. La vio enseñando a sus hijos con paciencia infinita, mezclando lecciones de ambas culturas para crear una educación más rica que cualquier cosa disponible en San Miguel del Valle.

Pero lo que más lo impactó fue ver la forma en que Aana la trataba. Cada gesto, cada mirada, cada palabra mostraba un respeto y adoración que Fernando nunca había sido capaz de darle. Por primera vez en su vida vio lo que el amor verdadero realmente significaba. En la última noche, Paloma se acercó a Fernando mientras él contemplaba las estrellas en soledad.

Te perdono”, dijo simplemente sentándose a una distancia respetuosa. “Perdono todo el dolor, todas las humillaciones, toda la crueldad, porque sin ese sufrimiento nunca habría llegado hasta aquí. ¿Cómo puedes perdonar tan fácilmente?”, preguntó él. Su voz ronca de emociones no expresadas. Porque el resentimiento es una prisión que solo lastima a quien lo carga”, respondió ella con sabiduría ganada a través del dolor.