A los 38 años, esta mujer llevaba una vida que muchos considerarían normal.
Trabajaba, cuidaba de su familia y no tenía enfermedades graves aparentes.
Sin embargo, comenzó a sentir dolores constantes en el estómago, ardor intenso y náuseas que aparecían sobre todo por la mañana.
Al principio, lo ignoró.
“Será estrés”, pensó.
“Tal vez comí algo pesado”.
Pero el problema iba mucho más allá…
