Compré unos zapatos de bebé en un mercadillo con mis últimos 5 dólares, se los puse a mi hijo y oí un crujido en el interior…

Jamás imaginé que un simple par de zapatitos de bebé de cinco dólares pudiera cambiar mi vida. Pero el día que se los puse a mi hijo y oí un suave crujido, todo cambió, no solo en mi casa, sino también en mi corazón.

Me llamo Claire. Tengo 31 años. Soy madre soltera, trabajo de camarera tres noches por semana, soy hija de una madre enferma y madre de un niño de tres años, Stan. Mi vida es una carrera contrarreloj: pagar el alquiler tarde, llenar la nevera cuando puedo y sonreírle a mi hijo.

Un sábado por la mañana, con mis últimos cinco dólares, fui al mercadillo con la esperanza de encontrar algo bueno.

Fue allí donde los vi:

un par de zapatitos de bebé de piel marrón, casi nuevos, resistentes, perfectos.

«¿Cuánto cuestan?», pregunté.

«Seis dólares», respondió el vendedor.

Bajé la mirada.

— “Solo tengo cinco…”

(Continúa en la página siguiente) La mujer me miró fijamente durante un largo rato antes de decir en voz baja:

“Cinco es perfecto. Ningún niño debería estar sin zapatos”.

Ese simple gesto casi me rompió el corazón.